Hay quienes piensan que cortar arboles es una actividad más de sus vidas y que esto no acarrea ninguna futura consecuencia.
Según plantean algunas culturas ancestrales, no solamente los arboles son seres vivos que sienten y padecen sino que también son almas capaces de perseguir a quienes los maltraten.
En Brasil es de dominio público que la vida de los grandes empresarios deforestadores del Amazonia, aun cuando esa actividad los ha hecho muy ricos, sus vidas y las de sus familias terminan llenas de padecimientos.
Muchas historias y leyendas giran sobre este tema, Eresictón de Tesalia es una de ellas.
En la mitología griega Eresictón o Erisictón era un rey de Tesalia hijo de Tríopas y de Hiscila, una hija de Mirmidón.
Eresictón despreciaba a los dioses y no les hacía sacrificios. Una vez que quiso construir un techo para su sala de banquetes no dudó en talar, ayudado por una veintena de gigantes, un árbol sagrado que formaba un santuario ancestral de la diosa Deméter construido por los pelasgos, el pueblo pre-helenico que habitaba Tesalia antes de ser expulsados por el padre de Eresictón. Las dríades que habitaban estos árboles corrieron a solicitar auxilio de la diosa.
Deméter tomó la forma de su sacerdotisa Nicipe, y de esta guisa intentó de buenas maneras hacer desistir a Eresictón de continuar con el sacrilegio. Pero este, lejos de dejarse disuadir, amenazó a la diosa con matarla con el mismo hacha que estaba utilizando. La diosa Demeter le dijo: "si tumbas el árbol necesitaras mas de una mesa y mas de una sala de banquetes para satisfacer tu hambre."
Fue entonces cuando Deméter, víctima de una ira sin precedentes, ordenó a Némesis (la venganza) y a Limos (el hambre) que vengaran este ultraje. El terrible monstruo penetró en las entrañas de Eresictón de tal forma que desde entonces nada saciaría sus ganas de comer, y cuanto más engulliera más crecería su hambre.
Cuando Eresictón vendió todas sus posesiones para comprar comida, su padre se encargó de alimentarle, pero fue tal su voracidad que en poco tiempo acabó con las riquezas de Tríopas, y Eresictón acabó convirtiéndose en un mendigo que comía inmundicias.
Ni siquiera vendiendo a su hija Mestra pudo conseguir alimentos suficientes para calmar su desazón. Mestra obtuvo de su amante Poseidón el don de poder cambiar de forma, con lo que pudo huir del hombre al que había sido vendida. Cuando Eresictón descubrió esta facultad, la vendió repetidas veces a hombres distintos, pero los alimentos que obtenía a cambio no fueron suficientes para saciar su apetito.
Eresictón terminó comiéndose a sí mismo, poniendo fin así a su tormento.
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