A las Diosas-ser de la vida selvática, Thea
Artemis,
Dea Diana.
Cuando el humano salio de la intrincada selva hacia las despejadas
llanuras a mediados de la época Cuaternaria (en el Holoceno) en busca de una
mayor seguridad para el grupo “familiar”, se trajo consigo además de su pequeña
tribu a los vegetales y animales incorporados a su relación de subsistencia. El
hombre salio derrotado de la selva por las fieras que dominaban mejor ese
espacio difícil. Tal vez de allí viene ese miedo ancestral por los vertebrados
del bosque cuya expresión violenta seria la caza indiscriminada, no por el
alimento sino la extraña satisfacción de exterminarlos.
En las planicies o en
la colinas herbáceas para defenderse de las fieras, levanto la choza rodeada de
empalizada o de muro de piedras, invento las armas arrojadizazo las de defensa
personal. Dentro del recinto, alrededor de la cabaña se refugiaron también por
el mismo motivo aquellos gatos, aquellas aves; incluyo el humano bajo el mismo
cobijo a las plantas de su dieta, algunas por sus tubérculos, otras por los rústicos
frutos, aquellas por los granos. Mas el hombre ya comenzaba a sorprenderse por
o inexplicable, emoción sentida al contemplar las flores, sus formas, sus
colores, sus aromas. Hallaron estas hierbas floridas amorosa protección en
torno a la choza en el vallado albergue.
Curiosamente ninguno de los animales
domesticados, tampoco los diversos árboles cultivados retornaron a la vida
silvestre. Se quedaron del lado interior del espacio amurallado, incluidas en
esta lealtad ambiental las hierbas de flores. Encontrar azucenas, rosales,
claveles, caléndulas, violetas, jazmines en el corazón del bosque ¡imposible!
tampoco naranjales, mamones, nísperos, aguacates, manzanos, perales, en fin. De
igual modo aconteció con los animales amparados bajo el cobijo de su hermano
mayor, el vertebrado mas inteligente. Esta mutua fidelidad al nuevo habitat se
ha visto retribuida con creces, plantas más hermosas, animales más robustos, se
enriqueció la dieta del humano; y entre tantas bondades surgió la maravilla de
los jardines.
Abundan por doquier los libros sobre jardinería, su historia, su siembra,
la conformación de su ámbito; sus matas, sus flores, sus abonos. Inclusive hay
una especialización de la arquitectura relacionada con el uso del ornato
vegetal para las construcciones, el apoyo arbóreo de hierbas floridas, céspedes,
helechos, gramas, árboles de inflorescencia para hermosear las edificaciones.
Momento oportuno para recordar a uno de los mas grandes arquitectos- jardineros
del hemisferio Occidental, el francés Andres Le Notre (1613-1700).
Bajo las
ordenes del rey Luis XVI realizo la obra maestra de la arquitectura paisajística
europea con los jardines de Versalles, también diseño los Jardines de Saint -
Cloud, Fontaneibleu, Saint Germain, Chantilly Sceaux, entre otra. Monto sus
diseños artísticos ambientalistas sobre dos principios rectores: la lógica (aristotélica)
en la concepción y la geometría (cartesiana) en la disposición de las porciones
vegetales, (árboles, arbustos, hierbas florales) integradas a un todo formado
por las edificaciones, esculturas, fuentes, caminarías, espejos de agua. Nació
la arquitectura paisajística - ambientalista en las universidades del mundo
occidental con base a los estudios de los planos, formas estructurantes de los
jardines de Andres Le Notre.
Aunque en
Venezuela hay presencia de grandes jardines: públicos en torno a palacios
gubernamentales, en residencias privadas, o los académicos de vocación científica
tal el jardín botánico de la Universidad Central de Venezuela (fundado por el
eminente científico Dr. Tobias Lasser) o con menor nivel, el de la Universidad de
los Andes. Pero en nuestro país predominan sin ningún lugar a dudas los modestos
jardines de las casas de ciudades, pueblos, villas en aldehuelas campesinas. Situados
generalmente estos simpáticos jardincillos en el ámbito de la entrada antes de
la puerta principal, o / y en los patios internos.
Caracterizan a estos
pequeños espacios verdes los siguientes rasgos; por lo general son anárquicos
en la colocación de las plantas, no hay simetría; las matas se siembran de
acuerdo a como van llegando en el tiempo, aquí, allá, junto a un rosal, una
margarita , después los camarones rojos/ amarillos, por detrás de
malabares o siemprevivas, a los lados lirios o gladiolas, junto a los capachos,
cerca de las puertas los enredados jazmines, en los rincones los húmedos
helechos, y así sucesivamente; tanto en la simetría cual en la azarosa disposición
de los colores , aromas, tamaños es donde reside el encanto de estos pequeños
jardines , su presencia artística; expresan el sentimiento libre en el hacer
sus cosas los venezolanos, poco dogmáticos, amigos del azar.
Los
jardines de las casas en Venezuela muestran cual una audaz metáfora la manera
des ser de su gente; espontánea, franca, hermosa, artística por sobre los
escollos de la nunca fácil existencia. En lo ambiental estos simpáticos
jardines anárquicos significan el último refugio ecológico de una riquísima botánica
escapada de los bosques o de las sabanas - a donde ya no volverán- unidas desde
siempre en solidaria complicidad con el hombre.
Dea
Venus est etiam Deam hortorum.
JARDÍN VISTO DESDE LA VENTANA
Engaña sobre la
eternidad la siempreviva
con sus invertidas copas
de púrpura,
mientras el lirio: semeja una mujer estupefacta.
Es la belleza del éucare un rostro desafiante,
mira sorprendido la noche.
No te confíes de las
buenas tardes
ni las violetas ni las
blancas
sólo presiéntalas cuando
las contemples.
Ofrecen las calas sus
brácteas rojas
cual ostentosa mano
amiga
en tanto esconder no pueden su obvia
inflorescencia.
A las estrellas la dama
de noche no sólo reta
con su nocturna blancura
las erotiza también su
fragancia.
De igual manera la
golosura de los capachos
al Sol naciente
enrojece.
Buscan el azul o el éter
en encendidas escaleras escarlatas
las heliconias.
Bendiciendo, finalmente,
el pequeño espacio
con su aroma de albura
y su albura de aroma
el jazmín.
Lubio Cardozo, poeta ambientalista venezolano
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