Es ínsito el anhelo de
inmortalidad (oculto, manifiesto), de permanecer de algún modo, nominado
también terror de la Nada. Tal
aspiración de la Tierra
proviene. Salimos obviamente de la Tierra tierra, del Planeta
y su misterio. Somos porque ella
existe. Trasmite a todas sus
criaturas esa pasión recóndita llamada
eternidad, el último absoluto, consustancial con su corporidad. Si la Tierra como astro llegara a colapsar, sus rocas,
sus minerales, su ser por la indestructibilidad de la materia permanecerán.
Interpretaron cabalmente mediante
la poesía esta honda vivencia espiritual-intelectual dos poetas venezolanos,
Alfredo Silva Estrada, Juan Beroes.
DE: ALFREDO SILVA ESTRADA
Integraciones. De la unidad en
fuga.
Caracas, Cromotip, 1962
UN DÍA TU ESQUELETO ES LA SÚBITA ALIANZA
Te hundes en desvarío de micas
imbricas,
transparencia aturdida, beoda
inflorescencia
triturando su aroma para alzar
esa grieta que aloje lo infinito.
Entre restos ahogados
- Oh altivez en derrota, cómplice
de lo eterno –
aún calientas guarida como
fluyente holgura,
como terrón desheho en bodas de
equinoccios
o broza percatada de sideral
molienda.
Hacia el cuenco ignorado azuzas
tu carcoma.
Ceniza cenital,
vínculo de la brasa.
¿Desde qué brasa incierta
prolifera tu brizna en yacimiento blanco,
embudo destilado rocío de
confines, relámpago larvario, cartílago de acordes?
¿Qué idolatría enterrada bajo
nervios de fuga
te inventó como presa de su apetito
lento?
Eres solo el asombro:
idólatra y fetiche,
plenitud distendida por la
mullida alianza,
brizna ardiendo en el cenit con
acecho larvario,
grieta de lo infinito borrando tu
osamenta.
¡Oh rizoma de tuétano en marfil
carcelario!
La intemperie insurrecta, el
yacimiento blanco,
Desde afuera golpeando te lía sus
reflejos:
Cartílagos de acordes, aldaba de
relámpagos.
Y tu sueño que asciende en una
actinia errante,
desazón imantada que esponjas del
martirio
Con una paradoja de nidos en las
crestas.
Rompes toda la celda, el ignorado
cuenco,
Y en colmillos que huyen
eternizas lo bárbaro.
Mas ¿dónde queda el
almaespíritu? De la indestructibilidad
de la materia entonces se infiere: ninguna cosa se destruye. Hereda la eternidad de la Tierra también una de sus
creaciones materiales sutiles, la patética entidad indefinible: el
almaespíritu. Carece ciertamente de la
tangibilidad de los objetos de las realidades imperfectas, sin embargo esa
transparente sutileza intangible durante más de tres mil años su presencia ha
sido percibida por el mythos, por los pensadores, desde
los filósofos pre-socráticos hasta hoy. Aunque ni los filósofos ni los teólogos ni
mucho menos los sociólogos han podido con exactitud su etérea naturaleza
describir. La clasicidad helénica al
alma la nominó Ménos (mente-inteligencia), al espiritu Nóos o Nous
vocablos éstos vinculados al verbo Noéoo: ver, pensar, saber, percibir;
la voz castellana “psique” copia el vocablo griego “psykhé” el cual soplo, hálito,
aliento vital significa. Buscaron los
sabios de la clasicidad latina dulces términos ingenuos para adecuarlos
con el sutil carácter forma acústico del almaespíritu, así para el alma anima
cual soplo, aliento; para el espíritu animus, el ánimo, impulso vital,
hálitos o espíritus, el apacible aire exhalado desde lo más íntimo, afín
al suspiro. Adecuación de la silábica
cadencia de esos vocablos a la supuesta esencia de ese ente, de su histérico
encantamiento eufónico.
DE: J U A N B E R O E S
Prisión terrena. Caracas, Suma, 1946
Bajo el terrible viento, mi
cadáver extraño.
Porque, soy la pezuña del animal
cambiante,
y la hierba delgada, suave piel
de la tierra.
¿Qué mano me acaricia la frente
que yo tuve,
al rozar este junco solitario y esbelto?
¿Qué brisa me sacude las manos de
mi vida,
al herir esta planta florecida en
mi ausencia?
Porque, soy dura roca que se
parte en los mares,
y ardorosa ventisca que golpea
las ventanas.
Bajo el fuego nocturno, mi país
de silencio.
Y mi carne construye sus dorados
insectos,
y sus pájaros grandes, hermanos
de los vientos.
Brotan de mis axilas mariposas
brillantes,
y entre mis secos muslos se
columpian los lirios.
Porque, soy blanda tierra de
nuevos edificios,
soy metal escondido de futura
herramienta.
Desde su triste arcilla, mi
juventud os mira.
¡- Soy tierra de las madres,
colina de los hijos-!
¡Bajo el viento del mundo, mi
cadáver naciente!
¿Dejan entrever las dos
composiciones líricas seleccionadas entidad del almaespíritu? Apoyados en su intuición de poetas sobre los
rieles de un pensar erudito en esos dos poemas Alfredo Silva Estrada, Juan
Beroes manifestaron el seguro destino de sus cuerpos después de la muerte, el
retorno a la Tierra
rumbo a los vínculos con la eternidad de
los océanos, de los vientos, de los astros, al disolverse en fin en la m a t e r i a i d a d (diferente de “materialidad”). Fenecieron décadas luego de sus odas dichos
vates, en la verdad de sus días asumieron sus restos lo predestinado por ellos:
“un día tu esqueleto es la súbita
alianza”, o la “dura roca que se parte en los mares y ardorosa ventisca que
golpea las ventanas”. Pero ¿y el
almaespíritu? Vaga ésta sencillamente glamorosa con sus histéricos
encantamiento por las paginas de sus poemarios.
Aunque intangible ¿quién duda de
la inmensa presencia del almaespíritu corporizada en la poesía, la música, lo
artístico, la ciencia, la alta tecnología, la libertad, el bien, la justicia?
Porque nada se destruye, todo permanece transformándose para retornar. Significa el vocablo “inmortal” la perenne
vida. En ese espacio la poesía se halla.
Lubio Cardozo, poeta venezolano.
Hermosos poemas. Como puedo hacer para comunicarme con usted? Gracias
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