Cuando un poeta sobre algún afectivo entorno geográfico versos escribe
mientras lo contempla en presencia real o en el recuerdo, ratifica el
compromiso existencial de su destino al crear una composición lírica nutrida de
la impresiones de ese paisaje; pero esas palabras entrelazadas por la emoción
de la vivencia — del lugar de su hermoso silencio pleno de sugestividad — por
si misma se elevan al estrato de un homenaje a dicha estancia de verdor. Cumpliriase el mismo proceso si en vez de un
poeta el lugar lo ocupa un pintor, un fotógrafo, un músico. Nacerá en cualquier caso una pieza artística la
cual encierra la grata estampa de un paisaje en un tiempo inamovible, valga
decir el testimonio de un ámbito silvestre preñado de leyendas, de frescura, de
optimismo, de vida. Ahora bien en el
lenguaje de las ciencias naturales contemporáneas esa obra artística — llámese
poema, pintura, fotografía, partitura musical— por su calidad de testigo de excepción
representa una defensa ecológica de un determinado ambiente. Percibió así Manuel Felipe Rugeles uno de los designios
de su poesía de la vida rural, de los campos, de los valles, de sus labriegos,
de sus animales, en las costumbres consustanciales de los Andes venezolanos.
GOLONDRINA DE MI
CANCIÓN
Andabas en el
aire
golondrina de mi canción
andabas en el
aire
cuando en mis
manos te recogí.
me prometiste al nacer
bajo la mancha
del cielo
que reía sobre ti.
En tus alas
la mañana prendió
el roció
de su corazón.
En ellas hay
tanta luz
que me sobra
claridad
para encontrar la
verdad
golondrina de mi canción.
(De su libro Cántaro).
Nació Manuel Felipe Rugeles en San Cristóbal en 1903. En esa linda ciudad del Táchira los primeros veintidós
anos de su existencia crecieron. Compartió
su educación escolar con la enseñanza natural de su circunstancia, en el andar cotidiano
de la comarca, los aledaños andinos entorno de la urbe, la luminosidad de su atmósfera, la singular vegetación,
sus animales, la gente, sus costumbres, la labores agrarias, la armonía de los múltiples
aspectos de ese territorio montañés para
armar un equilibrio de existir donde la paz, el sosiego estaban por sobre la
inevitable desventura: hoy tal se nominaría
ecológica manera positiva de habitar una extensión geográfica. Ese equilibrado mundo entre el hombre |
mujer, la producción agraria, la conservación del paisaje andino Manuel Felipe
Rugeles en su primer poemario, Cántaro (1937),
lo celebrara.
Murió este gran trovador de la ecología de la andinidad en Caracas en
1959, su aventura bajo el Sol y la Luna
apenas 56 anos duro. Su concepción de la
aldea rural la pensó él basado en las memorias de su infancia, sobre ello
reconstruye amoroso una pequeña población campesina ideal, inmersa en un
equilibrio ecológico garante de su anhelo de eternidad. Compuso así en serenos versos su libro Aldea en la niebla en 1944. Muestra en sus odas los sosegados panoramas
sometidos a la agricultura, el encanto de esa geografía dulcemente por el labrador domeñada para la obtención del
alimento, la fecunda gleba de los valles, de las faldas, de las imbricadas
colinas del Táchira. Exaltación de ese venusto
paisaje entre montaraz y humano, de
verdor afable, ordenado bajo el cuido afectuoso
del agricultor. Comarcas, en fin,
salpicadas de pueblo, de plantíos, de rebaños, de abejales, sustentadores de la
apacible ecología de esa sociedad rural de ese entonces.
TIENDEME LA MANO
Viejas leñadoras,
muleros, pastores,
labriegos,
van entre la
niebla,
la niebla se
extiende por todo el paisaje.
niebla de los sauces,
niebla de los páramos,
nieblas de los
valles.
El humo que sale
de las viejas chozas
se hiela en la
niebla de las soledades.
¿Quien canta en la tarde
quebrando el silencio
blanco de la
aldea?.
Hermano labriego,
tiéndeme la mano.
Hermano: contigo
yo vivo esta hora
de niebla en el
campo.
(De Aldea en la niebla).
Disemino Manuel
Felipe Rugeles en el extenso reino de sus palabras importantes informaciones botánicas,
gratas descripciones de plantas, sus colores, sus formas, sus olores, su utilidad..punto
y coma… decenas de flores, hierbas, matas, arboles. Hay igualmente una extensa nomenclatura de
animales del monte empinado, algunos cautelosos acompañantes cercanos de la
faena de la labranza, en particular aves.
LA GARZA
Garzas
banderín del alba.
¡Que limpia
victoria
la de la mañana!
palmeras en
guardia
la saludan
siempre
cuando cruza el
aire:
Banderín del alba
sobre la sabana.
LA GUACAMAYA
Sin rumbo en
mitad del campo,
sólita, la
guacamaya.
De amarillo, azul
y rojo
la cola, el pecho, las alas.
Oro y verde hay en sus ojos.
¡Ay!, en la copa
del árbol.
¡Ay!, si pudiera
alcanzarla.
¡Al desplegar sus colores,
que hacia el
horizonte vaya!
¡Que deslumbre
como un sueño!
Y diga el que ha
de mirarla:
—De amarillo,
azul y rojo
la cola, el
pecho, las alas.
—¡Que linda flota
en el aire
la bandera de mi
patria!
EL PÁJARO
CARPINTERO
El pájaro
carpintero
Se sabe labrar su
nido
Con el acero del
pico
En la copa de los
cedros
La gloria de ser obrero.
Se alimenta con
el trigo
Que recoge en los
graneros.
Va de paisaje en paisaje
Estrenando nube y
cielo.
Saltando por las
cisternas
Azules del campo
abierto.
En vez de malva y
jacinto
Lleva un plumaje
de incendio.
Su pico dentro
del agua
Se pone a pescar
luceros.
Lenin Cardozo /
Lubio Cardozo, poeta venezolano
Vamos a entrar ahora en el bosque
ResponderBorrardonde ya han esperado tanto tiempo los pájaros
tu presencia y la mía.
Vamos a oír las voces
del viento que en los árboles
se hermanan con el canto de los pájaros.
Vamos ahora mismo
hasta el alma del bosque,
por entre las hojas ya caídas, ya torpes,
volanderas sobre la tierra
y sobre el aire cálido de la mañana,
hasta sentir el corazón en verde revestido
como con el escudo a la corteza
de algo que ha de perdurar,
ocultando la savia que por dentro resume
todo nuestro existir.
Son antiguos desvelos,
sobre cicatrices ya viejas,
pongamos este arrimo de luz que nos ofrecen
las entrañas del bosque.
Vamos a entrar cantando
hasta encontrar la hebra
del primer trino en algún árbol.
Vamos a entrar despacio
hasta el follaje denso
donde el sol llega apenas en jirones,
dorando la tierra y las raíces de los cedros.
Tu presencia y la mía
en el bosque la esperan hace tiempo los pájaros.
Lee todo en: Tu presencia y la mía - Poemas de Manuel Felipe Rugeles http://www.poemas-del-alma.com/manuel-felipe-rugeles-tu-presencia-y-la-mia.
beautiful poetry for lovers of the land .......................from the earth
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