Para alcanzar una modelo de economía circular que
logre bajar el consumo de los recursos
naturales, para avanzar hacia una vida equilibrada y sostenible con el planeta,
es necesario que el cambio se convierta en la norma. Crear colectivamente hábitos
sencillos en la ciudadanía como la de separar para reciclar y reducir los
recursos que consumimos a partir de la reutilización de bienes, compra de
segunda mano y uso de productos duraderos, desmontables y reparables, pudiera ser un punto de partida.
Este urgente e imperativo modelo requiere un cambio de mentalidad en la
sociedad: otra forma de vivir, otra escala de valores, otras costumbres en la
vida diaria: volver al uso de las bicicletas para trayectos cortos, o del
transporte público, o compartir el vehículo; ahorrar energía y estimular el desarrollo
de las energías limpias y de formas de consumo más responsables; reducir,
re-utilizar o reciclar los residuos generados para buscar dar un uso más eficiente de esos bienes, evitando crear así desechos
innecesarios y, por lo tanto, provocar un impacto positivo en el ambiente. En
otras palabras: que los productos, desde su concepción, puedan tener otras
vidas, contribuyendo a su vez a reducir las emisiones de carbono y la
acumulación de residuos. Y que todo ello, en su conjunto, genere nuevos empleos y un crecimiento económico local y real y
que sea sostenible con el ambiente.
Igualmente, la economía circular tiene una segunda variante vinculada a
los procesos productivos para
los que defiende una optimización de recursos con
el objetivo de producir más con menos y, sobre todo, generando las menores afecciones posibles. La economía circular, por lo tanto, supone una mejora evidente del modelo tradicional de economía lineal cuyo
eje de acción incluye las siguientes etapas por todos conocidas: extraer, producir, consumir y desechar. La
generalización de este tipo de comportamientos ha traído como principal
consecuencia que, en el momento presente, el 20 por ciento de la población
mundial explota el 80 por ciento de los recursos del planeta.
También la economía circular nos exige plena conciencia sobre los recursos
no renovables, consumir agua de forma racional; respetar el entorno
natural, y respetar los espacios públicos generando ciudades limpias; controlar
los niveles de contaminación acústica, crear parques, eco parques, aéreas
de protección y reserva de la fauna silvestre, valorar la vida de los humanos y
no humanos, por ser el privilegio más preciado que nos ha dado la naturaleza.
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