Los poetas clásicos de Mérida –cuyos nombres irán apareciendo en su momento-
compartieron su creatividad, junto con los singulares rasgos de su peculiar
contingencia, con sus cantos al paisaje andino conformante de su afectivo
entorno, mas con una particularidad aportativa en este último aspecto de su
escritura lírica mostrar al mundo de sus lectores no únicamente la hermosura de
esos espacios geográficos sino instarlos con vehemencia a abogar por la
necesaria perennidad de sus bosques, de su fauna, de sus páramos cual
magníficas reservas nutrientes del espíritu, de esa artisticidad natural al
alcance de la gente de disímiles procedencias, por cuanto la vida de esas
comarcas siempre se ha sustentado en el dinámico vínculo de recíproco fluir de
positivismo arraigamiento entre los hombre, las mujeres, los animales, la
vegetación con la sagrada tierra, garantizante de una digna permanencia desde
su mero origen, desde las poblaciones indígenas, la dramática colonización
hispánica, la vida republicana hasta la contemporaneidad de estos trovadores.
Por eso de sus odas nuevas constituirán simples estampas frías de las lindezas
circundantes, sino orgullosos cánticos a sus altivos parajes, son estos vates
valientes soldados de voces rítmicas dando lo mejor de sí por el amparo, por el
resguardo de sus verdes estancias. La ecología esencia la esperanza de esta
contemporaneidad, así lo intuyeron ellos.
El primer poeta de Mérida
con páginas plenas de exigente lírica se llamó José Vicente Nucete (Mérida, 1827 -
1888). Destaca sin lugar a dudas entre sus muchas composiciones su silva LA
SIERRA NEVADA. Complejos versos donde el bardo reflexiona, en gratas estrofas,
sobre el ser de la serranía, el verter esa entidad hacia los serranos, sus
moradores para quienes la Cordillera representa un paradigma asistencial,
ético, ontológico, artístico.
Además, para J.V. Nucete la altura de esas montañas uncidas al verdor de sus selvas o los matices de la piedra cruda de sus picos emblemáticos traducen una señal de libertad entendida ésa desde la visión del habitante del Nuevo Mundo. Suma a este primer peldaño de sus pensamientos José Vicente Nucete otra dilucidación. Si la roca es el ente de la Cordillera, quienes se alimentan de los frutos de esa tierra también ingieren su naturaleza, la cargan en sus huesos, su sangre, su psiquis. Serranía, pues, genesíaca, por cuanto en su yacer espacial sus lugareños se procrean, fluye por sus entrañas la fusión de las dos existencias, montaña y humanidad, mientras dure el peregrinaje de sus aldeanos por la aventura de los días sobre estas comarcas del Ande empinado.
Además, para J.V. Nucete la altura de esas montañas uncidas al verdor de sus selvas o los matices de la piedra cruda de sus picos emblemáticos traducen una señal de libertad entendida ésa desde la visión del habitante del Nuevo Mundo. Suma a este primer peldaño de sus pensamientos José Vicente Nucete otra dilucidación. Si la roca es el ente de la Cordillera, quienes se alimentan de los frutos de esa tierra también ingieren su naturaleza, la cargan en sus huesos, su sangre, su psiquis. Serranía, pues, genesíaca, por cuanto en su yacer espacial sus lugareños se procrean, fluye por sus entrañas la fusión de las dos existencias, montaña y humanidad, mientras dure el peregrinaje de sus aldeanos por la aventura de los días sobre estas comarcas del Ande empinado.
He aquí la última estrofa de la silva
LA SIERRA NEVADA,
(…)
Vosotros, los Cantores
de la Nevada Sierra portentosa,
si al incendió vuestro noble corazón
la ardiente, la impetuosa,
la
sacra inspiración;
si en dulce plectro
cantasteis sus primores
su alteza y majestad,
el sentido fue, por la voz
del alma Libertad,
la que hizo, relámpago veloz
con vuestros cantos su cima fulgurar.
A vos, oh vates melódicos ¡salud!
Vosotros que cantasteis delicados,
en versos acordados,
de Mérida feliz la prez y gloria,
guirnaldas merecéis y gratitud.
Con la Sierra de nieves coronada
que desprecia altanera al huracán,
vuestros nombres irán,
irá vuestra memoria
a la posteridad más apartada.
De Mérida las hijas pudorosas
enlazarán primorosas
¡Para orlar vuestras sienes Trovadores!
Lubio Cardozo, poeta venezolano / Lenin Cardozo
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