Arribó al mundo Ernesto Jerez
Valero, en la parameña aldea del
estado llamada Las Piedra en 1923. Murió en la ciudad de Mérida en el 2006.
Nada fácil extraer de las cumbres de la Cordillera de Mérida la absoluta poesía
de su ser. Basta sin embargo el empeño cuando éste se traduce en palabras
acercadas a la identidad, de versos captadores de su polifonía silvestres del
dúo del viento con los árboles, de las hierbas con el río, de las voces de su
gente; de estrofas engendradas del saber oír la música de la tierra, de los
riscos, de las ventiscas. Sólo así los cerros, las altas selvas húmedas, los
arroyos, la Sierra misma, la bienvenida les dan a los trovadores, los aceptan
cuales legítimos entes más, los integran a ese mundo maravilloso – en la justa
acepción del término- donde el enérgico soplo de las Diosas Artemis, Diana,
esparciese por entre la fronda de esos policromos territorios.
Dejó Ernesto Jerez Valero un hermoso
testimonio del amoroso cuidado del ambiente en los altos campos de la serranía,
de las labores agrícolas en los páramos junto a las viñetas de ese singular
paisaje, de su botánica, de su zoología, de las costumbres de los aldeanos en
un manojo de poemas atados en su delicioso opúsculo Del diario de un parameño
(Caracas, Editorial Arte, 1964) del cual se copia uno de ellos,
PLENITUD
Es hora esquilar
una a una las ovejas que pueblan nuestros páramos;
el trigo ya está libre de malezas
y la hoz
tiene significado de abundancia,
la era
quiere sentir el peso de la espiga,
hay viento y Sol para empezar la parva,
el granero palpita,
el agua es abundante,
la piedra del molino está dispuesta
para que de su amor salgan el pan
y la ostia,
el alba quiere oírse en los manojos,
la lluvia concluyó su manuscrito
en el cual hay un río que se ha estancado
y represa sus aguas en un valle
donde pastan retaman los corderos
perdiéndose el quicuyo en mis labranzas.
Lubio Cardozo, poeta venezolano / Lenin Cardozo
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