La grave contingencia sufrida por Japón, producto del terremoto y después tsunami, que puso fuera de control la central nuclear de Fukushima, ubicada al noreste a 373 kilómetros de Tokio, reavivó la reflexión mundial sobre la seguridad del uso de este tipo de energía. Potencias como EEUU y Francia, han salido a su defensa, fundamentalmente, porque son esos dos países, los casi exclusivos vendedores de estas tecnologías nucleares. Sus principales voceros, han minimizado el accidente de Japón y lo evalúan como un evento aislado, sin mayores percances.
América Latina, tiene una historia relativamente reciente en el uso de esta tecnología. Comercialmente, apenas 6 reactores nucleares funcionan para este fin: dos en Argentina (Atucha I en Buenos Aires y Embalse en Córdoba), dos en Brasil (en Angra dos Reis) y dos en México (Laguna Verde I y II en Veracruz). Siendo Argentina, el país latinoamericano que tiene los reactores más antiguos de la región. Atucha I empezó su producción de electricidad en 1974 y Embalse en 1983, las cuales contribuyen a la generación electrica del país en un de 6%. Igual, desde el 2006, Argentina ejecuta una expansión nuclear con un presupuesto de $3.5bn, que incluye la construcción de un segundo reactor en Atucha, llamado Atucha II. Su expectativa es la de lograr un aumento de su capacidad en un 150%.
También Brasil, se ha planteado una expansión similar, y para ello, planea construir cinco nuevos reactores en los próximos 15 años, donde estiman aumentar la capacidad en más de un 400%, incrementando la contribución nuclear a la matriz eléctrica de un 3% al 10% en el 2025. En México, 5% de la electricidad se genera con la energía nuclear. Desde el 2007, se ha ido elaborando un plan para aumentar la capacidad de Laguna Verde en un 20%. Estiman adquirir ocho nuevos reactores antes del 2025. Igual, ya conocíamos los anuncios por parte de los gobiernos de Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela, sobre el interés de crear programas de energía nuclear. Para estos países, las energías alternativas siguen estando en un segundo plano.
La crisis nuclear de Japón, definitivamente impactó la opinión en la subregión. Y la instalación de plantas nucleares para la producción de electricidad en Latinoamérica, ya no luce como una idea de vanguardia, desarrollista o estratégica. Perdió su “ángel”, ese “boom” que supuestamente connotaba una gran idea. Los señalamientos de los ambientalistas no se hicieron esperar. Se maximizaron las alertas antes las pretensiones iniciales de desarrollar o continuar desarrollando este tipo de energía.
Pedimos desde este espacio, que los gobiernos pro-energía nuclear abran el debate, que con transparencia y sin intereses soterrados, se digan las verdades, lo bueno y lo malo de las energías alternativas vs la energía nuclear. De nuestra parte (los ambientalistas), la voluntad es unánime para defender las energías de la vida ante la energía de la muerte.
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