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Es realmente admirable los grandes esfuerzos que se han hecho, para minimizar y hasta justificar de manera positiva, lo ocurrido en la planta nuclear en Fukushima a raíz del tsunami acaecido el 11 de marzo. Los consorcios industriales, que desarrollan y mercadean esa tecnología, han explicado que por ser el diseño y construcción de esa planta un esfuerzo verdaderamente seguro, la misma había resistido un terremoto de 9 grados. Donde solo sufrió averías un reactor y como era de esperarse, las cosas prontamente volvían a la normalidad. También reflexionaban, que esta experiencia, los hacía consientes de sus nuevos desafíos y así, mejorar cada vez más, los nuevos proyectos.
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En definitiva, fue una contingencia aislada, muy focalizada y sin mayor trascendencia. Salvo el de poner en relieve, un mayor conocimiento a la ciudadanía, de las bondades de este tipo de energía.
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Lo que no dijeron, esta suerte de predigistadores de verdades convenientes. Que hoy se sabe a ciencia cierta, que tres de los seis reactores de la planta, se destruyeron y en ellos se produjo la fusión del núcleo. Que es la contingencia más dañina que puede ocurrir en una planta de este tipo de tecnología. Ya que las barras de combustible se funden y se precipitan al fondo de la vasija del reactor. Y es ahí, donde se libera el material radiactivo. Como no hay tecnología aun existente, para controlar la energía nuclear liberada, la única opción que queda es tratar de cubrir cada reactor en una especie de sarcófago o urna de hormigón, para aguantar o entrampar, el estallido nuclear. Cosa que tampoco se está claro, si realmente se puede lograr.
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El supuesto control, solo quedo en la imaginación de los ilusionistas al servicio de las corporaciones vendedoras de la energía nuclear. Hasta ahora la dramática realidad, ha superado toda ficción, y ya no se puede ocultar lo inocultable.
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El otro desliz informativo, es que los reactores ya presentaban fallas antes de tsunami y la contingencia natural, solo detono el problema. Sin embargo, la versión desde un principio, fue la difundida por la empresa operadora de la planta, TEPCO, donde aseguraba que el terremoto dejó indemne la integridad de los reactores. La llegada del tsunami interrumpió el flujo de energía en la zona e inundó las salas de máquinas de los generadores de respaldo en la planta. Trayendo como consecuencia la pérdida de refrigerante que provocó el sobrecalentamiento, la acumulación de hidrógeno y las subsiguientes detonaciones en las unidades 1, 2 y 3. Tres meses después de lo ocurrido, sabemos que TEPCO, en unisonó y a una sola voz, con sus creadores, le mintieron al mundo.
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Necesitaban poner todo a su favor e incluso el supuesto orden de los acontecimientos, porque de lo contrario, se enfrentarían a futuro, a protocolos internacionales más severos, que evidenciarían la fragilidad de esta industria.
Lo otro, es que se ha tratado de minimizar esta critica eventualidad, a partir del indicador, de que ocurrieron pocas pérdidas de vidas humanas. Japón se salvo de un terrible holocausto, por su condición geográfica, donde la fuerza de sus vientos han desplazado y esparcido la mortal atmosfera fuera de las fronteras de su isla. Tampoco es fácil, contabilizar los daños en la flora y fauna del mar y en los acuíferos subterráneos.
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Lo que sí es cierto, es que en Fukushima, el arte de defender lo indefendible no funcionó.
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