La razón de ser de un ambientalista, ecologista o conservacionista se resume, en la defensa, hasta el último aliento, de la vida. Es lo sagrado, es el punto primario y final de cada una de nuestras luchas. Los habitantes de este planeta, animal y vegetal, la naturaleza les ha dado ese don mágico, ese privilegio. Luchamos por la defensa de las ballenas, los delfines, por el maltrato de los animales y alertamos sobre las distintas especies que están en extinción.
Igual, difundimos con toda nuestra vehemencia, la defensa de los bosques amazónicos y boreales o taiga. Valoramos, el privilegio de tener agua potable y estamos a favor del uso de las energías renovables, como una acción contundente para reducir las emisiones de CO2, y en consecuencia frenar el calentamiento global que afecta a todos los continentes.
Sin embargo, los ambientalistas como muchos de nosotros, en Latinoamérica, hacemos igual que el avestruz, cuando entran en pánico, metemos la cabeza en un hueco para no ver lo que pasa a nuestro alrededor. Como es, el cada vez mas desvalorado sentido por la vida de nuestros semejantes. Por ejemplo: Anualmente se asesinan en nuestra región cerca de 200 mil personas, de los cuales 30 mil son por sicariato, más de tres millones de mujeres se inducen un aborto, en la etapa superior a las 14 semanas de gestación y más de 200 mil personas mueren por mala praxis médica. Y ni hablar de las mascotas, la decisión de la vida o la muerte de estos seres que se hacen parte de la familia están en manos de sus dueños, la muerte de mascotas por negligencia o por actos deliberados de propios o terceros, no tienen ningún castigo.
En cuanto al tema de los asesinatos en Latinoamérica, el 70% de los casos no son castigados, bien sea porque no hay capacidad investigativa ante tantos hechos simultáneos, generando desidia en el mejor de los casos, para no decir, complicidad de los cuerpos policiacos. En los abortos, el 99% de los casos, son aceptados como algo que no debió pasar y hasta ahí. Y las muertes por malas praxis medicas, el 90% de las denuncias no son investigadas, simplemente las cosas se dejan así y cuando se investigan igual no pasa nada. La impunidad, es la ley suprema que gobierna la subregión. En solo décadas pasamos del realismo mágico, costumbrismo descrito por García Márquez, a la barbarie sud-realista. En fin, se tarifo la vida en este subcontinente, donde su valor fluctúa según el país de procedencia.
La salida, una sola: volcar todos los esfuerzos a profundizar la educación, masificar la inversión de obras públicas sustentables y de largo alcance para generar empleos e infraestructuras productivas. Apostar a un nuevo ciudadano, los ambientalistas, protectores de la vida.
Igual, difundimos con toda nuestra vehemencia, la defensa de los bosques amazónicos y boreales o taiga. Valoramos, el privilegio de tener agua potable y estamos a favor del uso de las energías renovables, como una acción contundente para reducir las emisiones de CO2, y en consecuencia frenar el calentamiento global que afecta a todos los continentes.
Sin embargo, los ambientalistas como muchos de nosotros, en Latinoamérica, hacemos igual que el avestruz, cuando entran en pánico, metemos la cabeza en un hueco para no ver lo que pasa a nuestro alrededor. Como es, el cada vez mas desvalorado sentido por la vida de nuestros semejantes. Por ejemplo: Anualmente se asesinan en nuestra región cerca de 200 mil personas, de los cuales 30 mil son por sicariato, más de tres millones de mujeres se inducen un aborto, en la etapa superior a las 14 semanas de gestación y más de 200 mil personas mueren por mala praxis médica. Y ni hablar de las mascotas, la decisión de la vida o la muerte de estos seres que se hacen parte de la familia están en manos de sus dueños, la muerte de mascotas por negligencia o por actos deliberados de propios o terceros, no tienen ningún castigo.
En cuanto al tema de los asesinatos en Latinoamérica, el 70% de los casos no son castigados, bien sea porque no hay capacidad investigativa ante tantos hechos simultáneos, generando desidia en el mejor de los casos, para no decir, complicidad de los cuerpos policiacos. En los abortos, el 99% de los casos, son aceptados como algo que no debió pasar y hasta ahí. Y las muertes por malas praxis medicas, el 90% de las denuncias no son investigadas, simplemente las cosas se dejan así y cuando se investigan igual no pasa nada. La impunidad, es la ley suprema que gobierna la subregión. En solo décadas pasamos del realismo mágico, costumbrismo descrito por García Márquez, a la barbarie sud-realista. En fin, se tarifo la vida en este subcontinente, donde su valor fluctúa según el país de procedencia.
La salida, una sola: volcar todos los esfuerzos a profundizar la educación, masificar la inversión de obras públicas sustentables y de largo alcance para generar empleos e infraestructuras productivas. Apostar a un nuevo ciudadano, los ambientalistas, protectores de la vida.
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